Reyes, ministros, y pueblo del Tibet, la frontera primitiva.
Sois una raza de demonios de rostros rojos, carentes de compasión y buena voluntad.
El padre de vuestra raza es un simio con escasa modestia o verguenza.
Y la raza de vuestra madre es un demonio de los peñascos, beligerante y hostil al Dharma.
Sois una estirpe de gentes bestiales, llena de anhelos de riqueza.
A menos que practiqueis la virtud, caereis a los peldaños más bajos en la vida venidera.
No olvideis que la vida es un destello y que de pronto morireis.
Lo que se junta debe partirse, de modo que cesad la lucha y no causeis trastorno.
Lo que se acumula debe ser abandonado, de modo que no procureis riquezas sin moderación.
El apego es una atadura, por lo tanto no os aferreis de manera
desenfrenada.
Lo que nace debe morir, asi que pensad en vuestra proxima vida.
El más pecador va al infierno: ¿Quién puede tolerar eso?
Por la codicia renaceis como fantasmas famelicos y sufrireis tanto hambre como sed.
Al rechazar el Dharma os convertis en bestias: tened eso en cuenta.
Esta vida es apenas un prestamo, nadie sabe cuando la perdera.
Las apariencias son ilusorias, comprended su impermanencia.
El alimento y la riqueza son como gotas de rocio: desaparecen de manera incierta.
Recordad que los sirvientes son como viajeros que hallais por el camino.
La enemistad es una decepcion: entenderlo es asumir el error.
Tengan en cuenta que los apegos familiares son el pasaje a un mundo de ilusiones.
Comprended que la descendencia consiste apenas en acreedores evolutivos que reclaman una deuda.
Vuestras vidas se deslizan mientras os dedicais a la charla ociosa: ¿Habeis advertido la llegada de los soldados del rey Yama (dios del infierno y juez de los muertos)?
Escuchadme pueblo tibetano, demonios de rostro rojo, procurad las tres joyas como escudo contra los reinos inferiores.
Tomad al maestro (guru), a la deidad tutelar (yidam) y a la deidad angelical (dakini) como vuestro apoyo tanto en esta vida como en las vidas futuras.
Como camino hacia la libertad, practicar el vislumbre, la meditacion y la conducta.
Aceptad al Gran Compasivo como la deidad destinada al Tibet.
Olvidad las diez no virtudes y adoptad las diez virtudes.
Si procedeis asi tendreis felicidad en esta vida y mayor felicidad en la proxima.
Yo, Padmakara, voy a alejarme ahora: ya viváis en el presente o aparezcais en el futuro, que todo el pueblo del Tibet preserve esto en sus corazones.
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